lunes, 20 de abril de 2009

Misteriosas Estaciones "DE NUMEROS" *


Muchos transceptores fabricados desde mediados de la década de 1980 tenían la capacidad de funcionar como receptores de cobertura general. Como resultado de esto, muchos amatéurs se dedicaron a explorar las frecuencias fuera de las bandas Amatéur, y se encontraron con señales sumamente extrañas...

Si sintonizas las frecuencias alrededor de las utilitarias de onda corta, tarde o temprano te sentirás extrañado por un cierto número de estaciones que transmiten grupos de números o letras en idiomas tan dispares como el español, inglés, ruso o alemán. Estas estaciones son conocidas como "estaciones de números"

Desde que las primeras estaciones de este tipo fueron copiadas a principios de los años 60, la gente ha especulado largamente sobre su propósito. ¿Contendrán tal vez predicciones meteorológicas codificadas? ¿Serán tal vez parte de un extraño sistema de balizas? Las posibilidades resultan infinitas... ¡Algunas personas incluso llegaron a pensar que estas transmisiones formaban parte de un proyecto secreto para comunicarse con OVNIS!

Cuando la realidad se confunde con la ficciónSi alguna vez se ha entretenido en explorar la onda corta, sin duda habrá escuchado esas voces mecanizadas, generalmente femeninas, que escupen al aire interminables listas de números o letras en idioma inglés, alemán, ruso o incluso español. Tal vez las tomara al principio por inocentes estaciones utilitarias y pasara de largo; pero tarde o temprano, la inquietante monotonía de esas transmisiones y la omisión de señales válidas de identificación acabarían por despertar su curiosidad. Puestos a especular acerca de su origen y finalidad, la primera sospecha que planea es que puedan tratarse de mensajes cifrados entre espías. Seguro que alguna vez lo pensó, pero se resistía a aceptar, por fantástica, una hipótesis que parece tomada de alguna novela.

Pues bien, si algo se puede afirmar con certeza a estas alturas es que las misteriosas emisoras de números son exactamente lo que parecen. Tras varias décadas de investigación por parte de los escasos, pero tenaces, estudiosos de estas emisoras, la vinculación de las mismas a servicios de inteligencia está acreditada sin ningún género de duda.


Resulta mucho más aventurado proponer una teoría verosímil sobre la utilidad que estas transmisiones cifradas puedan tener para las agencias de espionaje. ¿Portan mensajes verdaderos o sólo sirven como ejercicios de entrenamiento? En principio y con los pies en el suelo, parece más aceptable esto último. Sería cómico que unos organismos que se citan entre los mayores consumidores mundiales de altísima tecnología siguieran dependiendo de un procedimiento tan poco fiable como es dictarles órdenes a sus agentes a través de la onda corta para que ellos las anoten con lápiz y papel. Sin embargo, muchos investigadores no lo creen así. Ellos ponen el acento en el anonimato del espía destacado en territorio enemigo, quien podría verse delatado por la posesión de equipos de comunicación avanzados. Un compacto receptor de onda corta, además de pasar desapercibido, no revela por sí solo el propósito del agente. Es obvio que esta práctica deja al espía sin capacidad de respuesta a los mensajes que recibe. Si no está previsto otro conducto para el tráfico de vuelta, será que las centrales no esperan contestación. Esto nos presenta una característica que define las emisoras de números: son vehículos de información en un solo sentido, que va de los cuarteles generales hacia los agentes desplegados en campo, pero no al contrario.


Posiblemente las emisoras de números sólo sean un recurso alternativo del que se sirven los servicios secretos en circunstancias especiales, cuando otras vías de enlace no estén disponibles. A la espera de ese momento, siguen saliendo puntualmente al aire con mensajes sin sentido, cadenas de números aleatorios, que por una parte obligan al servicio de inteligencia enemigo a destinar recursos para su monitoreo y por otra, al hacer irreconocibles los verdaderos mensajes, le niegan la capacidad de establecer conjeturas sobre su contenido a través de un análisis de tráfico. Esto último es importante. Imaginemos que un cierto país sospecha que una potencia extranjera trama asesinar a su presidente y, tras varios meses de silencio, de pronto capta un único mensaje cifrado que proviene de esa potencia. Sin haber tratado de desentrañar su contenido siquiera, ya tiene motivos fundados para suponer que ese mensaje encierra una orden al comando asesino para que actúe. En cambio, si la potencia magnicida diluye esa única orden auténtica entre un murmullo diario de aparentes mensajes, el contraespionaje del país agredido sólo lograría discernirla mediante criptoanálisis; es decir, descifrándola, si es que ello fuera posible.


Por tal motivo, contamos de antemano con el fracaso casi seguro si pretendemos que algún acontecimiento internacional relevante, caso de una intervención militar, un conflicto diplomático o la mismísima caída del muro de Berlín, tenga su reflejo en las emisoras de números. Una correlación probada entre la situación política y la actividad de una emisora revelaría un grave fallo de seguridad que todos los aficionados llevamos años esperando con ahínco y que sólo en una ocasión se ha evidenciado. Fue en agosto de 1991, durante el cerco militar al parlamento de la URSS, cuando una conocida emisora espía soviética permaneció horas y horas lanzando mensajes cifrados. También hay quienes aseguran haber observado comportamientos extraños en ciertas emisoras coincidiendo con momentos de tensión en Oriente Medio. Lo meritorio para mí será que dichas anomalías hubieran ocurrido en momentos de distensión, dada la convulsa cronología que ha padecido la región durante el último medio siglo.


Un poco de criptografíaUn recién llegado a las emisoras de números que se obstine en buscarles una explicación más terrena, típicamente defiende su criterio con objeciones del tipo: "si yo mismo puedo escucharlas, entonces puede escucharlas cualquiera", como queriendo dar a entender que la transmisión de mensajes secretos por un canal abierto pone en peligro su confidencialidad. Realmente no es así y de eso se encarga la criptografía. Se cree que los mensajes difundidos por las emisoras de números van cifrados con claves aleatorias de un solo uso, lo que los hace simplemente indescifrables, tanto en la teoría como en la práctica. El sistema, que tiene sus antecedentes a principios de siglo en el campo del teletipo, es fácil de comprender. Se basa en la suma aritmética del texto en claro que se pretende cifrar con un texto cifrante, obtenido al azar, cuya longitud no debe ser menor que la del primero. Veamos un ejemplo:*
Texto en claro
ATACAD+
Clave aleatoria
eiñwmj=
Texto cifrado
EBÑYMM

Las sumas se han efectuado atribuyendo a cada letra su número de orden dentro del alfabeto español (a=0, b=1, c=2, etc). Para recuperar el texto en claro, el destinatario del mensaje, que debe conocer la clave, la resta del texto cifrado que ha recibido. Si la clave verdaderamente es una pura secuencia aleatoria y no se reutiliza, el único riesgo de este sistema es que el libro de claves pueda caer en manos del enemigo. Por criptoanálisis es inatacable, incluso aunque se probase todo el espacio de claves.

Observe que un criptoanalista no tiene fundamento para decidir si el criptograma EBÑYMM es el resultado de cifrar "atacad" con la clave eiñwmj o se produce al cifrar "espera" con ajyuum, "muerte" con shkhsi, "guerra" con yhkhum o "vuelve" con jhkñqi, pues todas esas claves son cadenas aleatorias igualmente válidas, sin que haya motivo alguno para preferir una de ellas respecto a las demás.


En el caso real, dado que son contadas las emisoras que dictan letras y no cifras -de ahí el término genérico de "emisoras de números" con que se las denomina-, el alfabeto empleado debe ser numérico y las operaciones de cifrado y descifrado ahora sí son convencionales sumas y restas sin arrastre. La conversión de un texto en números se puede efectuar mediante un cifrado previo por nomenclátor, que si bien no aumenta la seguridad, sí reduce el tamaño de los mensajes. Un nomenclátor es básicamente un diccionario que atribuye un código numérico a cada palabra o frase de uso común. Un nomenclátor con códigos de cuatro cifras puede incluir hasta 10.000 términos; uno de cinco cifras, hasta 100.000.


En el aireLa estructura de los mensajes radiados sigue patrones bastante coincidentes entre las distintas emisoras. Suele comenzar con una señal de llamada que dura entre dos y diez minutos, o incluso más. No es extraño que esta llamada sea una sintonía musical como es usual en cualquier otra emisora de radiodifusión; pero más a menudo se reduce a una cadena de dígitos. Terminada la llamada, sale al aire un breve encabezamiento que informa sobre la longitud del mensaje y tal vez da una indicación de la clave que debe usarse para descifrarlo. A continuación, se difunde el criptograma fragmentado en grupos cortos, normalmente de cinco cifras cada uno, entre los cuales se intercala una breve pausa que facilita la tarea de copiar el mensaje. Para finalizar, es común que se repita el encabezamiento, seguido de una palabra o código que indique el final de la transmisión. Salvo extrañísimas excepciones, toda la labor de locución se encuentra hoy día automatizada. Esto es igualmente cierto para los mensajes verbales, que son pronunciados por un sintetizador de voz, y para los de morse.


Las emisoras ponen mucho cuidado para asegurarse de que el agente obtenga una copia exacta del criptograma, incluso bajo condiciones deficientes de escucha. Así, cada grupo de cifras suele ir duplicado, al objeto de permitir que el destinatario verifique su dictado. Una práctica alternativa a la anterior y también muy extendida consiste en repetir el texto completo a continuación de la primera lectura. Tampoco debe sorprender la emisión simultánea por dos, tres o más frecuencias paralelas. Y por si estas medidas no fuesen suficientes para garantizar una copia fidedigna, el mensaje completo se vuelve a emitir al cabo de unas horas o días. Hay mensajes que aparecen regularmente en antena durante meses.
El formato de emisión puede diferir más o menos de la estructura general descrita, pero es fijo y característico para cada emisora y se convierte en la clave de su identificación. Atendiendo al formato de los mensajes, el grupo E.N.I.G.M.A. (European Numbers Information Gathering and Monitoring Association) ha catalogado más de 150 emisoras distintas, aunque muchas ya se suponen desaparecidas. Cada una de ellas se designa con una clave alfanumérica, tal como E3a, por poner un ejemplo. La letra inicial indica el idioma en el que se expresa o el modo de transmisión. La sigue un número de orden y, eventualmente, un sufijo que distingue cada una de sus variantes conocidas. En paralelo a estas claves normalizadas y sólo para algunas de las emisoras más populares, subsisten otras denominaciones más antiguas, que hacen referencia a alguna característica peculiar de la emisora en cuestión. Así sucede, por citar un solo caso, con la mencionada E3a, que se conoce como Cherry Ripe por ser este el título de la melodía que usa como sintonía. El éxito de estas denominaciones previas a ENIGMA se debe a que evocan la emisora a la que aluden mucho mejor que un código difícil de memorizar. Sin embargo, considero que el empleo de esta terminología carente de sistematización puede dar lugar a confusiones.


Un solo formato básico de mensaje produce tantas entradas en el catálogo de ENIGMA como variantes del mismo se hayan observado. Diferencias en el idioma, el modo de emisión u otros detalles menores dan lugar a nuevas claves, que engrosan artificialmente el índice. Pero si todas esas variaciones se agrupan en un mismo tronco, se nos presenta un cuadro mucho más ajustado a la realidad en el que ya se empiezan a entrever las agencias de inteligencia implicadas. ENIGMA distingue alrededor de una veintena de dichas familias de estaciones.


Espías de nueve a cincoEl escepticismo no es la única actitud que predomina entre quienes acaban de captar una emisora espía por primera vez. Los hay, en cambio, que se dejan persuadir por el misterio de lo oculto y llegan a creerse testigos de algo excepcional. Si no prosperan en su afición, pueden vivir durante años engañados por la convicción de que un día pasaron por el lugar indicado justo en el momento preciso. Quizá suene excitante, pero no constructivo. Por el contrario, si procuran informarse y exploran el espectro con criterio, pronto les defraudará la abundancia de este tipo de emisoras en las bandas de onda corta y, sobre todo, la sujeción de las mismas a unas rutinas más o menos fijas y predecibles. Unas rutinas que, de puro reglamentista, pueden disuadir al más entusiasta de seguir interesándose por este asunto. ¿A quién le atrae un espía que trabaja de lunes a viernes en horas de oficina?


Por supuesto que no todas las emisoras se rigen por horarios tan rígidos; entre otras cosas porque en esto de la onda corta se vive al dictado de una caprichosa emperatriz llamada propagación. Pero sí es cierto que las emisoras de números no son algo tan espontáneo como puede parecer la primera vez que se las escucha. Las explicaciones de por qué esto es así ya están dadas, lo que no quita que uno siga esperando algo más de sorpresa en estas estaciones que en las de entretenimiento. No siempre se consigue.


A pesar de lo dicho, los horarios de la mayoría de emisoras distan mucho de ser bien conocidos. Si hoy se dispone de la programación completa de las estaciones más regulares es sólo gracias al esfuerzo de algunos aficionados que se dedican a seguir la pista de sus emisoras favoritas. Fuera de esos casos particulares, a lo sumo se dispone de repertorios con las frecuencias más habituales y vagas observaciones sobre las horas o días de emisión preferidos de cada emisora.
Don de lenguasLa clasificación de emisoras propuesta por ENIGMA da a entender que existen tres idiomas que gozan de privilegio entre las emisoras de números. Son el inglés (código E), la familia de lenguas eslavas (S) y el alemán (G), este último en franco retroceso hoy día. Entre los idiomas que se engloban bajo el código V(de varios), el español es el que tiene más presencia en antena. Ahora bien, el idioma que una emisora emplee no suele un indicio definitivo sobre su procedencia. Entre todas las lenguas con las que una familia de emisoras dicta sus mensajes, a menudo el idioma propio del país en el que se originan no tiene un carácter preferente. En otros casos sí, como por ejemplo en las emisoras cubanas, que no han sido escuchadas más que en español. No veo necesidad objetiva alguna para que las agencias de inteligencia produzcan servicios en más de una lengua. El origen multinacional de su plantilla no es causa suficiente, pues si a un diexista le bastan unas pocas horas de experiencia para poder tomar al dictado los números del 0 al 9 en cualquiera de las lenguas más comunes distintas de la suya materna, con más motivo puede esperarse esta habilidad en un agente que se dice "de inteligencia". Son las razones de índole propagandística las que mejor pueden explicar semejantes alardes, a mi modo de ver. No es tan descabellado imaginar que las agencias de espionaje gusten de hacer gala de su infiltración en un gran número de países o áreas lingüísticas mediante el empleo de un nutrido repertorio de idiomas. Queda la duda de por qué el francés se ve relegado, entonces, a un uso tan marginal.


Mejor que emplear algún idioma existente, sería preferible desde el punto de vista práctico la sintetización de una jerga en la cual se distinga nítidamente la pronunciación de cada cifra, aun a pesar de ruidos e interferencias. Si tomamos el español como base, observamos que las cifras "tres" y "seis" pueden llegar a confundirse si las condiciones de recepción son desfavorables, como ocurre a menudo en la onda corta. Otro tanto puede decirse quizás del siete y el nueve. Procedería, por tanto, el cambio de algunas de estas cifras por otros sonidos más claros que no se prestasen a confusión. No se ha observado esa sustitución de cifras por criterios fonéticos en ninguna emisora de números en español, pero sí es frecuente entre las alemanas y eslavas, hasta el punto de llegar a crear controversia sobre el idioma que fue tomado como base: ¿alemán o yiddish?, ¿ruso, checo, búlgaro,...?

Otro mundo por explorarUna solución aún más favorable y más ampliamente utilizada es la emisión en CW (morse), un modo bastante más inmune al ruido y que consigue un mayor alcance a igualdad de potencia. Algo que sorprende a los aficionados principiantes que no dominan el código morse es que las voces que todos identificamos con las emisoras de números no sean más que la punta del iceberg de este fenómeno. Casi todas las familias de emisoras poseen una representante entre las de morse y además suele ser la que acapara más horas de emisión de todo el grupo. El ejemplo más claro lo encontramos en la familia XV, cuyos servicios en inglés, búlgaro y alemán se encuentran entre los más esquivos, hasta el punto de haber sido erróneamente calificados como extintos en muchas recopilaciones, mientras que los de morse (M13) gozan de una amplia presencia en el éter. Casos como el descrito hacen preguntarse si las emisiones de voz no serán una concesión excepcional hacia aquellos agentes bisoños que sean poco duchos en la recepción de morse.

Si las emisoras de números son las apestadas del diexismo, entonces las de morse ocupan el rincón más pútrido del lazareto. La inmerecida fama de inaccesibles que se han ganado entre los muchos aficionados que no tienen soltura con el código ha hecho de ellas materia exclusiva para especialistas. Tratando de revertir esta situación, el gran experto británico Guy Denman escribía en el primer número de N&O: "Entre tantas emisoras siempre habrá alguna que puedas copiar, cualquiera que sea tu nivel de morse. Sus velocidades varían entre cinco y 40 palabras por minuto". Su arenga no tuvo mucho éxito y unos pocos números más tarde dejó de publicar su columna por falta de acogida.

Es mi deseo animar a todo aquel que lea estas líneas a que se acerque a las emisoras de morse. Da igual su nivel de destreza. Cuando un aficionado sintoniza una emisora de números, su objetivo no suele ser tomar al dictado el contenido del mensaje, sino únicamente identificar la emisora y tal vez dar noticia de su captación, y me atrevo a afirmar que eso se puede lograr sin conocer más que unos pocos signos del código (básicamente, las cifras y el separador =). Pero es que hasta esos mínimos conocimientos pueden no ser necesarios si uno recurre a la técnica. No me refiero a los programas de traducción de morse, de los que nunca he sabido sacar partido, sino a algo tan simple como grabar y lentificar. Con una vulgar grabadora y cualquier editor de sonido, no hay emisora de morse que se resista.
Paradero conocidoHemos visto que el idioma no basta para situar el origen de una emisora y lo mismo puede decirse del correspondiente análisis de propagación, que nunca ofrece resultados concluyentes. Por otro lado, no cabe esperar que las propias emisoras espías, sus agencias matrices o los organismos reguladores del espectro radioeléctrico proporcionen información alguna.

Siempre hay excepciones, claro, como la desparecida emisora checa OLX, que incluso disponía de una tarjeta QSL propia; pero lo normal es que el aficionado sólamente cuente con su ingenio. Otros más profesionales han tenido acceso a avanzados equipos de radiogoniometría, que les han permitido determinar con bastante aproximación las coordenadas de muchas emisoras. Pero los más afortunados son esos pocos que han llegado hasta las mismas puertas de un centro de emisión. Imagino con envidia la emoción que se debe de sentir culminando así un rastreo que puede haber durado toda una vida.

Ubicación de algunas emisoras de númerosPinche sobre el mapa para ver los rótulosFuente: Numbers&Oddities
El alcance de las emisoras de números es muy variable. Mientras que unas tienen cobertura casi mundial, las más apreciadas por su rareza sólo suelen captarse en un área relativamente próxima a su foco de emisión. Europa y la cuenca del Mediterráneo son lugares privilegiados para la recepción de emisoras espías, señal inequívoca de que todavía humean los rescoldos de la guerra fría.

No obstante, resida usted donde resida y por modesto que sea su equipo de recepción, seguro que hay alguna emisora de números que puede sintonizar. La más ubicua parece ser la conocida como E10, vinculada según todos los indicios a los servicios secretos israelíes. Se reconoce por hacer uso del alfabeto fonético (Alfa, Bravo, Charlie...). No se extrañe si después de un recorrido completo del dial, esta sea la única emisora que ha localizado, ya que puede mantener decenas de frecuencias en operación al mismo tiempo emitiendo distintos servicios. Algo más modesta es la emisora estadounidense E5, con base en Virginia pero que tiene a su disposición otros centros de transmisión en países aliados. Uno de los rasgos más característicos de esta emisora es la repetida enumeración de las cifras 0 a 9 que hace en su llamada. Entre las emisoras que utilizan sintonías musicales, las más destacadas son las británicas E3 y E3a. Llama la atención que los mensajes de la primera son interferidos en ocasiones por algún país de Oriente Medio. Del este de Europa nos llega un enjambre de emisoras de variable envergadura, algunas no muy bien conocidas.
Las emisoras en español no están mal representadas, sobre todo en Las Américas. A la cabeza de ellas se encuentra la cubana V2, fácilmente reconocible por su llamada "Atención. Atención" seguida por un grupo de cinco cifras. Los oyentes europeos pueden escucharla con toda claridad al amanecer. Entre las emisoras de morse, la reina sin duda es M12, aunque esta no sea la más recomendable para principiantes por la alta velocidad que la caracteriza. Más asequible es la ya mencionada M13 y, más aún, la emisora francesa con indicativo 8BY (M16). Esta última aparece en unas frecuencias bien conocidas durante los últimos veinte minutos de cada hora para repetir hasta la saciedad una breve lista de números de tres dígitos.

Es labor de todosSi se pregunta de qué fuentes procede la información que se conoce sobre emisoras de números, sólo hay una respuesta. Es fruto de la iniciativa particular de los aficionados que entregan su tiempo de ocio a la captación de estas emisoras. La puesta en común de todos esos descubrimientos individuales entre el colectivo de aficionados es la única forma posible de esclarecer el misterio de las emisoras de números, dado el hermetismo que mantienen las agencias responsables. Muchas horas de escucha y no menos de cortejo de datos deben de haber precedido a cada avance a lo largo de los años, hasta llegar al estado actual de conocimiento. No conozco ninguna otra parcela del diexismo que dependa en tal medida de las contribuciones de sus aficionados. Por eso, el entusiasta que va descubriendo el rutinario quehacer de las emisoras de números ve compensada su inicial decepción con el activo papel que él pasa a desempeñar desde muy pronto en el engrandecimiento de esta afición maldita para muchos y, cómo no, con el reconocimiento de todos sus colegas.

El grupo E.N.I.G.M.A. ha sido punto de referencia desde hace unos años para los cazadores de emisoras espías. Su labor de descripción y clasificación sistemática de todas las estaciones conocidas ha dibujado un panorama bastante preciso de la materia que estudiamos, proporcionando a los aficionados una nomenclatura unificada que permite el intercambio de información sin ambigüedad. Modernamente, la irrupción del fenómeno internet ha supuesto un salto de calidad al que algunos tradicionalistas aún parecen ser ciegos. ¿Quién puede desdeñar la utilidad didáctica de internet como manual de iniciación, merced a su potencia multimedia? ¿Hay algo que objetar a la afluencia de entusiastas atraídos y formados desde la red? ¿Algún otro medio supera a este como colector masivo de datos? Eso por no hablar de la red mundial de alerta en tiempo real, que está constituida en la práctica y que ha permitido la coordinación de decenas de monitores a lo largo y ancho del globo en respuesta a determinados

Fuente:http://www.radioaficion.com/Mods/estaciones-numeros/eminum.htm

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