lunes, 20 de abril de 2009

De la válvula al oyente. Por Daniel Camporini

Era muy común, durante aquellos primeros años de existencia de la radio, que la gente se fabricara sus propios receptores para escuchar a aquellas emisoras pioneras y para ello la técnica necesaria era publicada en extensos artículos de revistas especializadas y la prensa no se quedaba atrás en este sentido.
Los trucos se pasaban de boca en boca gracias a la asesoría de aquellos que tenían algún conocimiento básico de electricidad, pues en realidad no existía la electrónica tal cual la conocemos hoy en día.
La magia de la radio encanto a los primeros oyentes, los programas se basaban en los conciertos de música grabada, la lectura de las noticias extraídas de los diarios del día, los datos del clima, mas tarde la actuación de las orquestas en vivo que las mismas emisoras formaban, conferencias científicas de todo tipo, incluso aquellas que informaban sobre que era la radio, el teatro y los radioteatros, y las infaltables y extensas tandas de anuncios comerciales que hacían posible la existencia de la misma emisora.
Señoras y señores, en el programa de esta semana vamos a charlar de radio, pero vamos a ubicarnos del otro lado de los auriculares o del parlante. Sí, lo vamos a dedicar a los oyentes, a los sufridos y halagados oyentes que hacen posible que la palabra comunicación tenga sentido. Mi nombre es Daniel Camporini, esto es Historias de Radio, y les doy la bienvenida a este programa que he denominado “De la válvula al oyente”.

Intermedio musical

La radiodifusión a nivel mundial se inicia a mediados de 1920, cuando separados por apenas dos meses surgen la Sociedad de Radio Argentina en Buenos Aires, Argentina y la emisora KDKA en la ciudad de Pittsburg, Estados Unidos. La primera lo hace en el mes de agosto y la segunda en noviembre, y ambas se diferenciaban enormemente. Radio Argentina había sido creada por el esfuerzo de cuatro amigos que pusieron todo su esfuerzo personal y monetario para inaugurarla, mientras que la KDKA era sostenida con el apoyo de la empresa Westinghouse que la empleaba para promocionar sus productos, los que incluían los receptores y el transmisor.
En Europa comenzaron a aparecer las radioemisoras cuando termina el estricto control militar sobre las ondas en 1921. En la capital de Francia, en la Torre Eiffel, se instala la primera emisora francesa que estaba en manos del Estado y luego la compañía Radiola instala la propia que tiempo después se convertiría en Radio París. En Alemania la empresa Telefunken instala la poderosa emisora de Konigswusterhasen y en diciembre de 1922 la ciudad de Buenos ya tenía ya cuatro emisoras en plena competencia, todas ellas privadas. Así pues la fiebre por construir simples receptores para escuchar las ondas hertzianas que surcaban el éter invadió al mundo.
Es en este momento que entra a jugar un rol principal un personaje que daría razón de ser a la radio misma: El oyente, es decir nosotros. El oyente o radioescucha desde un primer momento se encontró motivado por escuchar y comunicarse con las emisoras, para solicitarles canciones, criticarlos o elogiarlos. Les escribían desde lejanas regiones del país e incluso del extranjero pues los cielos se encontraban libres de otras señales y de las terribles interferencias que hoy existen. Pero veamos que debían hacer los oyentes para escuchar a las radioemisoras.
Por supuesto que la calidad e la escucha dependía en gran medida del receptor empleado. No todos podía disfrutar de los primeros radios de una válvula pues eran costosos, como ven hay cosas que no cambian nunca, entonces se dedicaban a fabricar sus propias radios elementales, las conocidas como radios a galena. Un termino que muchos jóvenes escuchan extrañados cuando uno lo menciona.
Para construir un aparato de radio elemental lo mas importante era conseguir el auricular o parlante de teléfono, un asunto difícil, pero no imposible, y los demás elementos que se podían obtener con mas facilidad si se sabía que y donde buscar. Un receptor básico y primitivo consistía en un elemento resonante a la frecuencia de la emisora, su antena y respectiva toma a tierra, un detector y el audífono para reproducir el sonido.
Como sucede con cualquier receptor moderno de radio, la antena es el elemento mas importante con la conexión a tierra incluido, conjunto del cual depende que la señal sea captada con la intensidad necesaria. Teóricamente cuanto mas larga es la antena, mayor posibilidad de captación tiene, pero su eficacia esta íntimamente relacionada con la longitud de onda que se desea recibir. Es por eso que el largo de la antena depende de la frecuencia o longitud de onda que se quiere escuchar. Cuanto mas baja es la frecuencia, mayor es la longitud de onda y viceversa. Hasta aquí la teoría.
Luego de haber obtenido el auricular de teléfono, si se tenía esa suerte, el siguiente paso era encontrar el detector de radio que no era otra cosa que un semiconductor. Uno de los semiconductores mas efectivos es el sulfuro de plomo o Galena, una piedra formada por cristales en forma de cubos de color gris-azulado metálico que se desgranan con mucha facilidad.
Conseguir Galena no era difícil si alguien conocía a alguien que trabajara en minería y en especial si estaba conectado con la fabricación e plomo, elemento que sin duda era de importancia y necesidad en la era industrial, es decir a partir del momento en que se comenzó a utilizar la electricidad y también la radio. En electricidad el plomo se usaba ampliamente entre, otras cosas, como fusible de protección contra sobrecargas o como cubierta de protección de cables eléctricos además de muchas otras aplicaciones.
Pero el plomo, tan común en nuestras vidas, muy raramente se encuentra libremente en la naturaleza y por eso se obtiene industrialmente a partir del sulfuro de plomo. Invirtiendo el proceso, si uno tiene plomo y lo mezcla con azufre, obtiene el sulfuro de plomo, es decir la Galena. La Galena como semiconductor para detectar de las ondas de radio es tremendamente efectivo, no comparable con el diodo semiconductor moderno o al vacío, pero irreemplazable si uno vivía en los años 20 y comienzos de los 30 y no tenía un receptor de radio. Por eso la opción alterna para quien no conseguía Galena era mezclar plomo con azufre.
Pero existen otros semiconductores también, entre ellos las limaduras de hierro, especialmente si están bien oxidadas. Estas limaduras por leve contacto entre sí forman un semiconductor. Esto se lograba mojando dos piezas de hierro, se las unía y se las dejaba oxidar, también se dejaban oxidar las ya desaparecidas hojitas de afeitar que aún no se hacían de acero inoxidable, basta con enterrarlas en alguna maceta con tierra.
Claro esta que el semiconductor por si solo no detecta las ondas de radio, por lo tanto era necesario fabricar el detector, que consiste en semiconductor propiamente dicho y el “punto de contacto”, que es la conexión eléctrica que forma el llamado “bigote de gato”, con el oxido. La forma practica de hacerlo era colocando la galena o las limaduras y hierro oxidado en un recipiente metálico y usando un alfiler, alambre fino o un lápiz afilado, que apenas debía hacer contacto con el oxido de una hijita de afeitar.
La capacidad detectora de la Galena es tan grande que no habia que tener cuidado con el punto de apoyo del contacto, pero en caso de usarse metal oxidado se debía tener buena mano para encontrar el punto exacto para la mejor detección. Esto dependía de la habilidad de la persona, su paciencia, la calidad del semiconductor y la potencia o cercanía de la emisora.
Para que la antena fuera verdaderamente eficiente debe tener media longitud de onda para captar con mayor intensidad la señal. Así es que si se trata de captar una emisora en los 1000 Kcs, la antena deberá tener 75 o 150 metros de largo. De esa forma es eléctricamente eficiente, es decir que convierte en energía eléctrica la mayor cantidad de ondas electromagnéticas captadas. Como las antenas están compuestas por dos partes, la aérea y la conexión a tierra, es necesario contar con una toma a tierra que sea buena conductora. Si la antena es mas corta de lo requerido , la eficiencia del conjunto disminuye notoriamente.
Para obtener suficiente cantidad de energía eléctrica en el detector, se requiere de un elemento resonante que simplemente esta compuesto por una bobina y un capacitor los que en combinación sintonizan a la frecuencia de la estación buscada. Con todos estos elementos debidamente instalados se podía contar con un receptor capacitado para recibir señales de onda media.
Pues bien como hemos podido ver el ser oyente de radio y no contar con el dinero para adquirir un receptor valvular, no era fácil, pero existían tantas ganas que en muchos hogares se escuchaba radio de este modo. El ingenio popular se agudizaba, por ejemplo con el tema de los auriculares, eran muy caros y entonces se introducía la radio a galena en un recipiente profundo y varios podían escuchar gracias a la resonancia, bajo, pero se escuchaba.
Por supuesto que los dueños de las emisoras sabían de los esfuerzos que los oyentes realizaban para escucharlos y la industria pronto supero aquellos primeros años y pronto todos pudieron contar con receptores mas económicos. De este modo nació el Diexismo y los Diexistas, pues una de las primeras formas de agradecimiento a la paciencia y constancia de los oyentes fue la tan ansiada tarjeta QSL, además de obsequios y atenciones que las emisoras comenzaron a tener para con nosotros.
Así como la radio progreso, también nosotros lo hicimos. Nos perfeccionamos para cada vez escuchar mas, mejor y mas lejos, aprendimos idiomas, técnicas de transmisión y recepción, y en conjunto con las emisoras hemos dado forma a la radio tal cual la conocemos en nuestros días. Hoy, algo devaluados, los oyentes disfrutan de la radio con una participación mas limitada pues las emisoras técnicamente no nos necesitan, olvidándose de lo mucho que en un pasado no muy lejano hemos colaborado con ellas.
Bueno es hora de dejarlos, mi receptor digital que se activa automáticamente a la hora que empieza a transmitir mi emisora preferida me indica que esta por comenzar el programa de hoy. Les hemos acompañado José Elias Díaz y Daniel Camporini, y esto fue Historias de Radio. Hasta la próxima semana.

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